Jesús comienza su oración
Jesús comienza su oración en esta noche. La inicia refugiándose en aquel que se convirtió, desde siempre, en su fuerza. Enseña. Me enseña. Nos enseña. Pero el momento de oración está atravesado por un profundo sentido de entrega, de sacrificio. A Jesús no le queda otra que invocar a su Padre. La humanidad de cristo desnuda en las manos del Todopoderoso.
Por Amor
Hasta aquellos que lo aman, lo han dejado solo. “¿Ni siquiera han podido orar una hora conmigo?” pregunta Jesús a los suyos. Abandonamos por momentos al Señor. Abandonamos porque a su lado no todo es color de rosas, porque no estamos preparados para el dolor, porque no sabemos cómo acompañarlo, porque no entendemos lo que nos pide, porque no siempre escuchamos, porque hay “otras cosas” más importantes.
¿Cuándo nos dormimos en lo que deberíamos estar haciendo? ¿Has querido huir de las pruebas como los apóstoles en Getsemaní?
Solo pido oración
“¿De verdad crees que podés con esto que te pasa?” “Nadie puede, te lo aseguro” son las voces de la tentación. Nunca vas a poder con esto, con aquello. Jamás vas a superar aquella pérdida, aquella carencia. Aunque intentes no vas a cambiar. La tentación también tiene voz en lo cotidiano, se mete en lo que hacemos e intenta a toda costa probarnos, dejarnos en evidencia de nuestra incapacidad. Pero la tentación es engañadora, solo quiere hacerte creer de que no servimos para nada, más aún que nada de lo que hagamos sirve o tiene sentido.
¿Qué significa “levantarse de las tentaciones” en tu vida diaria? ¿Cuáles son esas tentaciones?
San Lucas. 22, 39-46
Salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos;
y lo siguieron los discípulos.
Al llegar al sitio, les dijo: «Orad, para no caer en la tentación».
Él se arrancó de ellos, alejándose como a un tiro de piedra
y, arrodillado, oraba diciendo:
«Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz.
Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya».
Y se le apareció un ángel del cielo que lo animaba.
En medio de su angustia, oraba con más insistencia.
Y le bajaba el sudor a goterones, como de sangre, hasta el suelo.
Y levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos,
los encontró dormidos por la pena, y les dijo:
«¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en la tentación».
Iluminamos el texto bíblico con algunas imágenes que pueden ayudar a reflexionar:
“Jesús invita a sus discípulos a orar.” ¿Soy consciente de la invitación que Jesús me hace a diario? ¿Cómo le respondo? ¿Cómo es mi relación con la oración?
«Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.” ¿Cuál es la fortaleza de Jesús frente a lo inevitable? ¿Qué cosas le duelen a Jesús? ¿Qué cosas me duelen, sé que son inevitables, no quiero pero sin embargo me sobrevienen, las tengo que pasar? ¿Cómo me llevo con aquellas cosas que me cuestan? ¿Cuáles son?
“¿Por qué duermen?” ¿En qué sentimos, vemos, intuimos que nos estamos durmiendo? ¿Qué cosas deberíamos hacer, trabajar, ver, resolver, dialogar y nos estamos quedando dormidos? ¿Por dónde se nos está colando el cansancio?
Jesús, hermano nuestro,
que para abrir a todos los hombres el camino de la Pascua
has querido experimentar la tentación y el miedo,
enséñanos a refugiarnos en Tí,
y a entender tus gestos de abandono y entrega al Padre,
que en la noche de oración han alcanzado la salvación del universo.
Haz que el mundo conozca
a través de nuestras vidas el poder de tu amor sin límites,
del amor que consiste en dar la vida y jugarse por los demás.
A vos sea la alabanza y la gloria por los siglos.
Creación de la Federación de Asociaciones Educativas Religiosas de Argentina
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