IDEARIO

    1) Los Oblatos de la Virgen María, fundados por el Padre Pío Bruno Lanteri, encontramos en la escuela -en cuanto transmisión crítica, sistemática y valorativa de la cultura- un campo privilegiado para intentar una acción pastoral capaz de concretar la Nueva Evangelización, la promoción humana y la inculturaci6n de la fe (Frente a una Nueva Era, Presentación), viendo en el ambiente educativo un ámbito adecuado para la evangelización de la cultura (Evangeli Nuntiandi 20), un modo de seguir la inspiración carismática de nuestro Fundador en su empeño por lograr la síntesis entre fe y vida y entre fe y cultura formando un laicado católico capaz de transformar la sociedad proponiendo a María, Madre y Maestra, como inspiradora y modelo de realización cristiana de su existencia.

    2) Para ello, fieles a la inspiración de nuestro Fundador, proponemos, para los Institutos educativos de la Provincia Argentina, los siguientes propósitos institucionales en orden a una educación evangelizadora (Documento de Puebla 1026):

    3) Construir una comunidad educativa cristiana viva y operante en donde:

    4) Jesucristo y los principios de su Evangelio -el amor a Dios y al prójimo y el espíritu de las bienaventuranzas (MT 5.1-12) -sean sus normas, motivaciones y metas;

    5) La educación sea evangelizadora en orden a la comunión y participación en América Latina (DP 211 – 219) contribuyendo a la conversión del hombre total, en sus dimensiones individual y social, orientándolo radicalmente a la genuina liberación cristiana que abre al hombre a la plena participación en el misterio de Cristo Resucitado, es decir, a la comunión filial con el Padre y a la comunión fraterna con lodos los hombres, sus hermanos (DP 1026, Líneas Pastorales para la nueva Evangelización 13-14);

    6) La educación evangelizadora será íntegra si humaniza y personaliza al hombre, es decir, cuando logra que desarrolle plenamente su pensamiento y su libertad, haciéndolos fructificar en hábitos de compresión y de comunión con la totalidad del orden real, por los cuales el mismo hombre humaniza su mundo, produce cultura, transforma la sociedad y construye la historia (DP 1025, LPNE 15-32);

    7) La fe sea el criterio desde el cual se asume y se transmite la cultura, entendiendo por cultura el modo particular como, en su pueblo, los hombres cultivan su relación con la naturaleza, entre sí mismos y con Dios de modo que puedan llegar a un nivel verdadera y plenamente humano (DP 386);

    8) Se cultiven los valores humanos respetando su autonomía (GS 36);

    9) El saber constituya una responsabilidad de servicio a los demás y no un medio de dominio;

    10) El trabajo -inclusive el de educar y educarse- sen entendido y vivido como vínculo de comunión y medio para la transformación del mundo según el plan de Dios.

    11) Formar integralmente personas cristianas que se caractericen por:

    12) La coherencia al vivir de acuerdo con las exigencias del propio bautismo, teniendo en la Virgen María un modelo perfecto de entrega a Dios y servicio al prójimo;

    13) El desarrollo de su conciencia, o sea, de su capacidad de presencia conciente frente a los datos de la realidad en una búsqueda permanente de la verdad, percatándose de los interrogantes y planteos de la existencia, buscándoles adecuada respuesta, cultivando la observación, la apertura a la realidad, la respetuosa actividad contemplativa ante la naturaleza, el criterio para discernir, la actividad sanamente crítica y valorativa, la capacidad de interpretar los hechos y el sentido de los signos de los tiempos (cf. Educación y Proyecto de Vida 31-37);

    14) El desarrollo de su libertad, no como finalidad en sí misma sino como capacidad de disponer de si para compartir con los demás la misión –y a la vez el mandato existencial- de amor:

    15) El desarrollo de su libertad como capacidad de opción y toma de posición frente a la vida, en continuo proceso de autoliberación del propio egoísmo y de los condicionamientos externos negativos hasta la autodonación en el amor.

    16) El respeto a la importancia y dignidad que significa su cuerpo sexuado como presencia personal en el mundo, como vínculo de comunión con los demás y como vocación a la complementariedad de los sexos;

    17) La valoración del trabajo como medio de humanización, sabiendo que «en el trabajo el hombre se vincula al sentido de la vida, se une a los hombres, procura el incremento del bien común y construye la comunidad (cf. Laborem Exercens 11.20) y puede convertirse «en el ofertorio cultural de la vida, asociándose por el mismo a la obra creadora» de Dios y a la misión redentora de Cristo» (cf. EPV 55);

    18) La actitud solidaria y el compromiso por la justicia, atento a las necesidades de los más próximos como a las de la sociedad en general, sobre todo encarnando a opción preferencial por los pobres hecha por la Iglesia de America Latina (DP 1134; I,PNE 32):

    19) La conciencia de ser por su íntima naturaleza un ser social, realizando su vocación comunitaria por su pertenencia cordial a la Iglesia, Pueblo de Dios, y a la Nación, comunidad política y cultural, respetando su Constitución y participando de los beneficios y la construcción del bien común (cf. EPV 56-62; Iglesia y Comunidad Nacional II, cap. 3);

    20) Todos sus miembros compartan explícitamente esta visión:

    21) Los educadores son personas portadoras de un mensaje; personas de perspectivas y horizontes amplios; comprometidos con sus convicciones, aunque no imponiéndolas; definidos en un estilo de vida ético, aunque abiertos a la comprensión de la debilidad humana y los procesos personales; pero nunca ambiguos o emisores de mensajes contradictorios.
    22) Los educadores constantemente cultivan sus cualidades profesionales pero sobre todo continuamente reelaboran sus experiencias de vida ante los nuevos horizontes que asoman a medida que se avanza en los años cuando se tiene mirada atenta al devenir humano;

    23) Los educadores son animadores, coordinadores, buenos comunicadores, sabios y prudentes promotores de cambios, y principales corresponsales de la realización del proyecto que anima a la comunidad educativa (cf. EPV 87-90);

    24) Así los educadores participan en la educación evangelizadora por el esfuerzo personal y comunitario de descubrir, formular y autoconducir su personal proyecto de vida. Cada educando busca descubrir, formular y autoconducir su personal proyecto de vida en clave de comunión y participación atendiendo sus exigencias más profundas de ser artífice de su propio destino y escuchando también las llamadas realistas de la hora que le toca vivir (cf. EPV 11,12)

    25) El quehacer educativo como empeño de ayudar al hombre a lograr su plenitud sea vivido como encuentro educativo en el cual educadores y educandos ejerzan su corresponsabilidad;
    26) El encuentro educativo es vitalizante porque responde a las necesidades básicas del ser humano; es por tanto un encuentro verdaderamente humano, encuentro de interioridades en el cual educan y se educan los que se encuentran.

    27) Así los docentes, asumiendo su parte en la educación evangelizadora, concientes de su papel coprotagónico con los educando, viven por vocación la urgencia de autoeducarse. Saben que por su personalidad es el instrumento privilegiado de su quehacer educativo, pues se educa más por lo que se es que por aquello que se dice y se hace. Su profesión es una vocación vital, integradora de todas sus facetas personales en un compromiso de donación de sí.

    28) Así los padres, concientes de su derecho y su deber de educar integralmente a sus hijos al ser responsables de dar vida son sus primeros educadores, y siguiendo su propia opción vital eligen integrar con sus hijos y docentes esta comunidad, siendo corresponsales de la educación evangelizadora.

    29) Así los directivos, y en su medida los docentes y padres de familia, buscando compaginar los derechos y las funciones en el campo de las relaciones interpersonales y un efectivo respaldo moral ejercen la autoridad como servicio a la comunidad (cf. EPV 86).